Lola era una rubia sensual argentina con piercing en los pezones y numerosos tatuajes por todo el cuerpo. Estaba decidida a pasar unas semanas de vacaciones en Berlín para explorar nuevos placeres y abandonarse a apetitos desconocidos.
En su primer día en Berlín, Lola se dirigió a un club privado de moda, con la intención de conocer algún apuesto alemán para una aventura intensa. Sus pechos, su figura escultural y su actitud desenfadada, junto a sus piercing y tatuajes, no tardaron en llamar la atención de varios hombres, aunque uno en especial la hipnotizó.
Se trataba de Leon, alto, de ojos gélidos y mirada inquisitiva. En sus conversaciones, Leon parecía conocer cada rincón de su cuerpo decorado y adivinar cada una de sus fantasías más íntimas y extremas. Sus palabras, cargadas de dobles sentidos, la turbaban y excitaban como nunca. Lola supo que aquel hombre sería indispensable para que su estadía en Berlín fuera absolutamente memorable.
Leon no tardó en invitarla a su departamento, y Lola fue encantada. Allí, las caricias se transformaron en azotes, mordazas, agujas y la exploración de placeres en adelante vedados a ella. Sus gritos fueron acallados por un tapón anal que la sometió a sensaciones abrumadoras.
Lola se abandonó por completo al juego sadomasoquista de Leon, gimiendo de placer bajo dominio estricto. Sus rodillas temblaron y su cuerpo fue presa de espasmos intensos, sometida a corrientes eléctricas, cuchillos, cigarrillos y más torturas deliciosas.
Fueron días de desenfreno sin límites entre gemidos, azotes, quemaduras y espasmos. Lola exploró aspectos extremos de su sexualidad que nunca creyó posibles, al tiempo que su cuerpo se marcaba sin piedad con las huellas del carnal y despiadado dominio de Leon.
Cuando su estadía en Berlín tocó a su fin, Lola se fue rebosante de sensaciones perturbadoras y recuerdos que la acompañarían siempre. Su viaje a Alemania la había convertido en una mujer nueva, liberada de cualquier atadura y ansiosa de volver a explorar abismos. El intenso y despiadado romance con Leon había transformado sus días en Berlín en una auténtica odisea de dolor y placer.